martes, 16 de agosto de 2011

Exorcismo y poderes de los curas contra el diablo


A mi modo de ver, para entender la posesión demoniaca antes hay que comprender la mente humana en su capacidad para ensoñar experiencias autosugestionadas e imaginadas, y de poder establecer voluntariamente una convicción de realidad sobre las mismas.

Comienzo pues por equipar la específica forma de ‘trances’ o ‘posesiones’ de conceptualización cristiana a todos aquellos otros supuestos fenómenos de posesión o de trance en los que el hombre puede alcanzar a sentir o experimentar. Se trata más bien de hacer comprender primero que existe un mecanismo común a todas las personas que nos habilita esa capacidad de alucinar y posicionarnos en la convicción de realidad de lo alucinado, puesto que el abanico de formas de alucinación ya sea asociado directamente a la morbilidad o a las diversas ritualidades culturales que contemplan este tipo de ‘trances’ es tan amplio como pueda abarcar la imaginación del hombre.


 La ‘posesión demoniaca’ sólo la circunscribo al específico marco conceptual propio de la cultura religiosa cristiana; marco, por otra parte, abstractivo, imaginativo y para nada basado en constataciones de hechos reales. ‘Demonio’, atribuciones o funciones de un demonio cristiano, ‘capacidades sanitarias’ de los curas, son sólo conceptos imaginarios nada constatables con hechos científicos.

Todas las personas tenemos la capacidad de alucinar y con mayor o menos grado de eventualidad la ponemos en práctica. Así lo hemos hecho todos desde la niñez. Las ensoñaciones de situaciones, o la experimentación de una vivencia sugestionada inducida por modelos de experiencias abstractivas. Las películas, los cuentos, los mitos, ‘las memorias del abuelo’, nuestros propios recuerdos, etc., la variedad de formas de un hilo de historia a imaginar la podemos sentir, y sobre su hilo de historia podemos ubicar a nuestro propio yo representando un papel determinado en esa historia.

¿Quién no ha soñado alguna vez de niño ser Supermán, o Goku? Cuando menos desearlo. ¿Acaso no imitamos nuestros ídolos? Clint Eastwood se comporta en las películas que protagoniza de una manera que a muchos jóvenes les gustaría poder representar en la vida real para dar un salto cualitativo en su personalidad. ¿O vivenciar que nos persigue un león? En esa experiencia ensoñada reforzamos nuestra motivación de huir ante esa clase de peligro.
Las historias posibles y los personajes. Los temores y los deseos.

Todos deseamos representar algo mejor de lo que tenemos o somos ahora mismo. Y la capacidad para idealizarnos en una historia con un personaje concreto también la tenemos. Del mismo modo, los temores pueden inferirnos ensoñaciones en las que nosotros representemos papeles en las antípodas de los que idealicemos, y sentirnos amenazados, perguidos, torturados, etc.

La trampa pues, ya la tenemos todos implícita en nuestra propia naturaleza.
No obstante, existe una diferencia de nivel en la experimentación alucinatoria que la marca si existe o no convicción de realidad.

El temor o el deseo puede ser lo suficientemente acuciante como para una persona no quiera o no pueda despertar de su ilusión. Y dar por hecho –porque lo desea- que es una reencarnación de Julio César; o –porque lo teme o se obsesiona por sus perjuicios- creer que existe una conspiración contra uno.

Alucinaciones las hay de todos los colores y formas. Sistematizadas o no. A veces poco racionalizadas –como creerse un día que uno es de hierro y al día siguiente creerse que es de goma-; otras muchas complejas y racionalizadas, como todo lo referente a las grandes religiones, las cuales se han desarrollado, estructurado y racionalizado a lo largo de siglos con la intervención de múltiples personajes históricos.

Si una persona se cree Napoleón, o se cree un perrito de aguas, o que la diosa del séptimo cielo le asiste personalmente en sus problemas de estreñimiento, en lo fundamental de su naturaleza -como capaz de imaginarse y creerse en una vivencia especial histórica de su vida con la representación de su gran papel, o según los casos, horrible papel- no difiere de que se crea que el origen de sus malestares o delirios se encuentren en que un espíritu, brujo o demonio, crea que se haya podido hacer con el control de uno mismo. 


Es decir, los mecanismos cerebrales que tenemos habilitados funcionalmente en todos estos casos son los mismos: ensoñación alucinatoria, representación de un papel en la alucinación, convicción de realidad, y en los que puede terciar mayor o menor estado de histeria.

Los ‘trances’ y ‘posesiones’ tienen muy diversas formas y personajes ficticios que intervienen en ellos. El chamanismo de tribus de todas las épocas de la historia y de todos los continentes han practicado los trances con ayuda o sin ayuda propiciatoria de productos alucinógenos, con bailes o con sonidos, con representación de escenas de caza o de guerra.

La naturaleza de dichas experiencias de trance puede ser agradable –como lo resulta el trance autinducido del baile sufí –rama del Islam sunita- en el que pretenden alcanzar la fusión con su dios en una plenitud de amor-; o dramática, como en muchos de los casos de ‘posesión demoniaca’.
Una vez explicados esos aspectos generales de nuestro funcionamiento cerebral y de la inmensa variedad de líneas alucinatorias que nos habilita según nuestro estado psicológico, el contexto cultural y las presiones de nuestro entorno inmediato, ya puede resultar más fácil comprender la específica forma alucinatoria de la posesión demoniaca y el exorcismo propio de la cultura religiosa cristiana.

La posesión demoniaca es reconocida como un diagnóstico psiquiátrico por el DSM-IV y el ICD-10 como el desórden de trance o posesión o síndrome demonopático de doble personalidad.

Se trata un trastorno disociativo de la personalidad con alteración temporal de la conciencia o de la identidad habitual, en la que esta se cree suplantada por otra; o bien influida por otra.
En el proceso suelen cursar crisis histéricas con parálisis, aumento de la fuerza muscular o del umbral doloroso; ataques, en los que a menudo se profieren gritos, se exacerban de manera extrema las emociones, gestos y comportamientos delirantes, en orden deficientemente sistematizados.

Este aspecto de falta estructura ordenada sistematizada se debe a que se trata de un personaje, o de una forma de personificarse que se interpreta de manera relativamente improvisada, y sobre el que el poseído no ha tenido la oportunidad de años de experiencia para aprender y estructurar la representación de esa personificación.
En muchos de los casos, el poseso transforma su personalidad en un presunto Ente demoníaco en el que manera desordenada grita, se contrae, hace obscenidades, injuria y/o habla un lenguaje que no se puede entender.

Los estados de posesión son seguidos de estados de amnesia, que pueden ser inducidos por el elevado nivel estrés del éxtasis autosugestionado o bien simplemente simulados, como parte final de la representación del papel ensoñado.

Por otra parte, algunos de los casos de personas que padecen fuertes ataques, en los que se revuelcan por los suelos, pueden ser ataques epilépticos y en ellos el sujeto pierde la conciencia.
En todo momento, el sujeto es actor y espectador de su drama. Lo que sucede, la escena, lo gesta en el interior de su mente. Se autoinduce una disociación con su anterior personalidad y el sujeto vive la nueva autosugestionada. Cuanto hace el presunto poseso, corresponde a una constitución psicosomática definida.

Dado que se trata de un fenómeno psíquico inducido por la sugestión, y el trastornado vivencia un personaje en una trama imaginada. A veces, precisamente por ello puede ser necesario incluso que un psiquiatra autorice un exorcismo –aunque por regla d tres, según la cultura del personaje en trance, podría autorizar la intervención de un ‘brujo’ de su tribu- para que la simple representación de su papel la pueda procesar psicológicamente hasta el fin de la trama imaginada. Esto último sólo en los casos en el que el paciente cree verdaderamente estar poseído y que la única solución radicaría en esa específica intervención.
En cuanto a la práctica ritual de la Iglesia cabe decir:

“El ritual de exorcismo cristiano incluye la repetición continua de oraciones y órdenes de expulsión, y el uso de objetos que pueden repeler al ente, en este caso un demonio, como crucifijos, agua bendita, reliquias, entre otros.” (Wiki)
Aunque la práctica de exorcismo la fundamente el Vaticano en los casos relatados en los evangelios de expulsión de demonios por Jesús, las fórmulas usadas han sido fabricadas en tiempos mucho más recientes.

De 1614: “Exorciso te, immundissime spiritus, omnis incursio adversarii, omne phantasma, omnis legio, in nomine Domini nostri Jesu Christi. Eradicare et effugare ab hoc plasmata Dei. Ipse tibi imperat, qui te de supernis coelorum in inferiora terrae demermergi praecipit” (Yo te exorcizo, espíritu inmundo, toda incursión del adversario, todo espectro, toda legión, en el nombre de Nuestro Señor Jesucristo. Despréndete y huye de esta criatura de Dios.


 Te lo ordena aquel que te hizo precipitar desde lo alto de los cielos a las profundidades de la tierra)
Con esta fórmula parece ser que se debería espantar por su química o electromagnética o quien sabe qué energías especiales a cualquier ser maligno sea este sordo o no, sepa latín o no. 


No obstante, hasta el momento no hay indicios de prácticas experimentales de laboratorio en los sótanos del Vaticano para comprobar diferentes efectos con diferentes frases, sintagmas, palabras, desinencias, entonaciones, etc; ni de elaboración de informes con resultados estadísticos que acrediten que tal o cual palabra dicha de esta u otra manera pueda ser más o menos efectiva para generar una repulsión terrible en un ser imaginario.

Más allá de la ritualidad, lo que más difícilmente puede ser entendido sobre los curas que presumen tener la capacidad de descubrir la presencia del maligno, es que sólo parezca que lo encuentren en personas en estado psicológico delicado y manipulable –a menudo con la complicidad y por la credulidad y fanatismo de la familia del trastornado- sobre cuadros clínicos perfectamente diagnosticables con los criterios oficiales de diagnóstico (CIE-10 y DSMIV) y no lo hayan descubierto nunca en personajes tales como Mussolini, Franco, Pinochet, Videla, Stroessner, Hitler, y una larga retahíla de dictadores sanguinarios a los que incluso han llegado a conferirles el calificativo de constituir el mejor paradigma de hombre cristiano para su pueblo.


Es decir, que se fijan en los delirios naturales del hombre y los desórdenes del comportamiento y la personalidad; en vivificaciones fóbicas u obsesivas con crisis de histeria; personas con unos evidentes desórdenes en procesos cognitivos mentales en los que proliferan sobre todo gestos obscenos, insultos, exacerbaciones forzadas gestuales desagradables y poco naturales, claramente todos interpretables como de morbilidad psicológica delirante, y no buscan nunca como eje de esa búsqueda la CALIDAD MORAL del comportamiento habitual de las personas para encontrar e intentar exorcizar ese supuesto maligno: una grandísima contradicción.

Para saber más sobre las posesiones incluyo el siguiente documental de 6 partes de National Geographic:
http://www.youtube.com/watch?v=reA-K6RQ2LY&feature=related

Félix Zacarías

1 comentario:

Antonio Chamu dijo...

En las religiones Ateas, tipo Budismo o confucianismo.
Nunca se ha dado ningún registro de ningún tipo de eventos de posesión de ningún tipo, pues para ellos ese concepto no existe.

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