jueves, 15 de marzo de 2012

El adoctrinamiento infantil y la presión social, de largo, los instrumentos más importantes para el sostén de la religión


En España, si alguien promoviera en los medios de comunicación venerar al dios con cabeza de elefante Ganesha, el porcentaje que terminara creyendo en se dios sería absolutamente exigüo. Los mismos resultados se producirían al tratar de convencer a los japoneses que un 25 de noviembre nació de una virgen un dios que era hombre/dios y que formaba parte del dios único sin ser el único, o sea tres. Tampoco resultaría muy convincente en Argentina la idea de que un tal Mahoma un día montó en un caballo alado y se fue a dar un paseo por los cielos para que Alá le contara sus secretos.Es por ello, que no es tan cierto que hoy en día las personas crean en las religiones de masas que conocemos por su tendencia natural a buscar explicaciones fáciles.Vivimos en un contexto cultural que nos exige unos estándares de rigor lógico y de evidencias que no pueden superar con facilidad las religiones tradicionales para conseguir nuevas adoctrinaciones en adultos de otras culturas.

Ciertamente, entre las diferentes culturas, y a consecuencia de unos estándares de formación educativa y cultural muy superiores a los que nos han precedido durante siglos y milenios, existen unos filtros de rigor lógico suficientemente aceptables que nos permiten percibir y rechazar la irracionalidad de las propuestas religiosas de otras culturas que provienen de tiempos remotos; tiempos en los que los conocimientos científicos, la cultura social y la racionalidad tenían muchísimo menos valor que la contemporánea.Entonces, ¿por qué tanta gente cree en una u otra religión de las tradicionales...? Fundamentalmente por el adoctrinamiento desde la más tierna infancia, y por la presión que genera la sociedad en la que ha de integrarse. La tendencia natural a aceptar explicaciones fáciles puede propiciar la credulidad en adultos sobre otro género de nuevas propuestas más en consonancia con los tiempos actuales, pero ya no para aceptar con facilidad como 'nueva propuesta de vida' los sistemas de creencias religiosas propios de tiempos tan antiguos

Félix Zacarías

domingo, 11 de marzo de 2012

El librito aquel…


¿Quién es el presidente de Colombia? ¡Cesar Gaviria Trujillo!!! Preguntaba mi mamá y yo respondía.  4 años y medio me contaban, cuando  empezó a aplicarse en Colombia la política económica a la que hoy le hago oposición. Junto a esa enérgica respuesta mía, se encontraban varias cosas que hacían eco. Acuñada entre las latas del techo una imagen,  la de un hombre pensativo, con bigote y mirando hacia un lado: Pablo Escobar, el posterior Narco más conocido en la historia de Colombia, en una mesita un periódico doblado cuidadosamente, con la trágica noticia del asesinato de otro hombre con bigote, más claro en esta ocasión, pero igualmente pensativo y con mirada lejana, el Inolvidable Luis Carlos Galán, mi abuela liberal de aquellas que marcan el primer logo  “L” en el tarjetón y mi papá detallando un grito efímero y libertador “Maldito Gobierno” frente a un contingente militar que iba de paso, una de las cosas que presumo y que filtro de su vida bohemia, lógicamente  ninguna de esas cosas las entendía y que hoy las valoro de forma concreta.

Esa vida bohemia que mencioné, hizo que mi madre  nos llevara a una tierra un tanto familiar, pero lejana, más caliente y difícil, pero no por eso imposible de vivir. Reconozco siempre mi facilidad de adaptación y tal vez eso ayudo a seguir adelante, aunque tuve razones justificadas para llorar y perturbar la situación, pero al final la marcha continuó, mis 7 años ya casi llegaban. Así  comenzaron a llegar las tareas y las ocupaciones, salía de la nueva escuela  y recogía a mi hermanita, algo esperaba en la casa, hacer tareas era mi pasion.

Cada papelito, letrero, aviso o anuncio, era para mí una oportunidad de conquista, así lo creía. Se vende!! Se arrienda!! Arreglo de ropa!! Las mejores comidas a la carta!! – si hijo eso dice respondía mi mamá.
Visitando TIA, un almacén que ya desapareció, me fijé en unas canastas hechas en tejidos de metal, repleta de miles de pequeños libritos, cada una con una historia que contar, los miré los detalle… no lo podía creer, además  su forma de juguete que me disparó la curiosidad.  Le pedí a mi mamá que me regalara varios de esos, pero no  le alcanzaba, tal vez en otra ocasión será,  de pronto sacó plata y pagó 50 pesos y me lleve el que tenía por título, los viajes de Gulliver . En ese momento comenzó mi propio viaje, el que la lectura nos inventa, me enamoré a primera vista de lo que nunca he dejado ni  desencantado  , la lectura es para la mente, lo que el ejercicio al cuerpo…la que ejercita tus pensamientos, le abre fronteras a tu conocimiento, te transforma, te regala un teatro personal,  te ayuda a crecer y entender miles de cosas, sin validez aquella frase que dice : “lee poco y entiende, y no leas tanto que enreda”. 

Un ser libre no es el que anda y hace lo que quiera, un ser libre despierta cuando valora el infinito recurso de la humanidad. Yo apenas abro lo ojos, y me doy cuenta de tantas cosas, gracias… al librito aquel.

Mario Alejandro Lemus  

http://palabratea.blogspot.com/

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