Desde hace décadas, una ola de
buenos valores comenzaron a fluir por el mundo. La fracasada humanidad de las
guerras mundiales generó una sensibilidad extraña en el planeta. Los
ciclos históricos repetían incansablemente la desdichada situación: oscuridad
y renacimiento. Pero, esa sensibilidad no fue lo suficientemente
contagiosa, la humanidad siguió el camino de la depredación, la explotación y la
injusticia incalculables. ¿Que nos detiene? Nada en absoluto, seguimos
pensando que nuestra existencia preferencial otorgada por
unos dioses
imaginarios es la justificación perfecta para devorarnos cuanta cosa
aparezca en el camino. Occidente se levanta honroso y se permite orientar al
mundo bajo sus principios adaptativos.
Cuando los científicos proponen
la teoría evolutiva, las religiones brincaron estrepitosamente, no era posible
admitir que la imagen que su dios nos regalo, se cambiara por el rastro genético
en la transformación de los primates y otras especies. La teoría de la evolución
concluyó de manera categórica nuestra descendencia animal y nos desligó
radicalmente de la voluntad divina de la creación. Somos animales, y no solo
habitamos este planeta si no que, lo compartimos con otras especies de la
naturaleza.
Pero la naturaleza, creadora y proveedora no previó su mismo desastre. Aquel simio erguido ahora amenaza con destruirla, arrasa con sus manteles verdes, asesina, sacrifica y flagela exageradamente a sus hijos animales; los mata por placer y come por obsesión; dignifica seres invisibles, justifica la agresión, contamina sus venas vivas, mutila tus cordilleras, oscurece su aire, riega sus entrañas en los mares, convierte lo natural en dañino y se reproduce sin control.
¿Es el hombre una contradicción natural?
La humanidad se desligó totalmente de quien la vio nacer (Naturaleza) y se
olvidó por completo de aquellos quienes la vieron crecer (Animales).
La contraevolución (Hombre
moderno) ha pretendido globalizarse en las últimas décadas, las sociedades
coherentes del Oriente sienten un influjo invasor que arrasa con sus culturas
adaptativas, las arrincona sin más opciones a veces que subyugarse. En hispano
América nos cortaron el vínculo natural que nos unía con la esencia misma, con
la “pacha mama”.
Lo esperanzador y positivo, es
que la Humanidad moderna puede ser solo una desagradable y fugaz fracción
del ciclo material del universo y el planeta, solo nos queda reflexionar si esa
capacidad enorme de destruir la propia naturaleza, bastará para extinguir
millones de años como si se tratara de un parpadeo.
El hombre moderno es, sin duda,
una contradicción natural.
Publicado Originalemente en Palabra Atea Blog
M. Alejandro Lemus.
Administrador Público.
Publicado Originalemente en Palabra Atea Blog
M. Alejandro Lemus.
Administrador Público.